ADMIRACIÓN E HIPOCRESÍA
Rodrigo del Pozo Fernández
(publicado en El País 26/VIII/2008)
Hemos asistido estas semanas a la admiración del mundo ante la eficacia de China. Hemos tenido que soportar las justificaciones y la hipocresía de los Gobiernos, del COI y de muchos medios de comunicación que sostenían que los Juegos iban a ayudar a la "apertura China", que la situación estaba mejorando. ¿Qué hay detrás de todo ello?.
Es bien sabido que China es una pieza imprescindible para el sistema económico mundial (tanto para la producción como para el consumo). Por otro lado, se ha dado la novedad en la historia de comprobar que la mezcla de dictadura y capitalismo salvaje es muy eficaz para los intereses de las multinacionales de todo el mundo. Era necesario por tanto bendecir internacionalmente el sistema chino, quién sabe si para que se vaya extendiendo.
Pero la cosa es más retorcida. Como los occidentales somos las democracias buenas y el Gobierno chino el malo, es necesario mantener una pose de protesta, para que no se note mucho nuestra complicidad con semejante gigante explotador. Por eso, los medios de comunicación han sacado a la luz algunas protestas por la situación del Tíbet. Esta reivindicación, siendo justa y necesaria, no deja de situarse en el ámbito de los nacionalismos y nos deja libres de culpa y buena conciencia a los demócratas occidentales. ¿Por qué no se ha dicho ni una palabra de la persecución religiosa? ¿por qué no se ha denunciado la explotación laboral, incluso de niños, de las multinacionales en China? No sólo la ropa de marca que lucían los deportistas que salía a todas horas en las pantallas, sino que hasta los mismos productos de merchandising avalados por el COI se fabrican en condiciones de explotación salvaje (incluso infantil). Cuando el COI obligó a los deportistas a no hacer declaraciones políticas, no se dijo que el mecanismo más eficaz para su silencio eran los contratos de publicidad que tienen con sus marcas deportivas, que explícitamente les prohíben comprometer la imagen de la marca.
No nos dejemos engañar, el superestadio que el mundo ha admirado no es más que sudor y sangre concentrados. El gran drama de China es la explotación y la esclavitud infantil al servicio de nuestro consumismo, y nada de eso va a cambiar con los Juegos Olímpicos; todo lo contrario: ya tienen licencia para seguir haciéndolo por muchos años... incluso para exportar el modelo. Que luego no se quejen los trabajadores españoles cuando les cierren la fábrica.
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