De Vázquez de Sola a la portada de 'El Jueves' (Juan José Téllez)
Lo peor de la controversia sobre la portada que El Jueves dedicó alevosamente a los Príncipes de Asturias es que me ha hecho coincidir con el liberal conservador Eduardo Zaplana, cuando recientemente consideró un error el secuestro de la revista.
Con independencia de la opinión que nos merezca el susodicho chiste -cuya difusión virtual ha tenido muchísima mayor repercusión de la que hubiera tenido si el fiscal general y el juez del Olmo se hubieran dedicado a las barbacoas-, lo que parece claro es que esa viñeta también constituye una opinión y la opinión es libre aunque a veces pueda resultarnos surrealista o chabacana.
No sólo de viñetas de Mahoma vive la democracia: recordemos que en la joven transición el ciutadan por Catalunya Albert Boadella terminó en la trena por caricaturizar lo peor del franquismo en La Torna. Y, pocos años más tarde, en 1986, el dibujante sanroqueño Andrés Vázquez de Sola sufría similar demanda que la que ahora aflige a El Jueves.
En aquella ocasión, se trataba de una acción de la fiscalía para proteger a otra de nuestras instituciones, en aquel caso, la presidencia del Gobierno, que entonces ocupaba Felipe González y quien, a juicio del ministerio público, resultaba zaherido por las caricaturas que el autor de La corrida franquista pergueñó en torno a la incorporación de España a la OTAN. A nuestro paisano, en aquel entonces, este asunto le costó más de un quebradero de cabeza así como su comparecencia ante el banquillo de los acusados.
Podría establecerse más de un paralelismo entre ambos casos. Si El Jueves pone en duda con cierta procacidad el estajanovismo de la monarquía, Vázquez de Sola jugaba con dos imágenes distintas de Felipe González: la que había enarbolado, puño en alto, al grito de «De entrada no», cuando el ucedista Leopoldo Calvo Sotelo nos metió en la Alianza Atlántica en 1981, y la que posteriormente esgrimía bajo el eslogan «Así sí», presentándolo con el trasero en pompa y el signo del dólar -que por cierto es de origen gaditano- entrándole por salva sea la parte. Comprendo que ni uno ni otro caso merezcan un aprobado en urbanidad, pero otra cosa distinta es buscarle las cosquillas judiciales.
Que yo sepa, además, nadie sabe qué opinan los príncipes de Asturias sobre todo este guirigay. Al fin y al cabo, ella es periodista y don Felipe, como seguramente opinará Enrique Montiel, ha defendido con frecuencia la libertad de expresión.
A lo peor, aquí pasa lo que ocurrió con Spitting Image, la pionera versión británica de los muñegotes. Se supo que iban a caricaturizar a la reina madre de Inglaterra y la que se lió fue menuda. Finalmente, el programa abrió su emisión con un texto sobre fondo negro en el que se desmentía que jamás de los jamases se fuera a ridiculizar a una institución preclara como la madre de Isabel II, que en paz descanse. Al final, desde un pliegue situado bajo el letrero, emergía la muñeca de la polémica, que simplemente exclamaba: «¿Qué pena! ¿Con la ilusión que me hacía!».
De repente, hemos vuelto a La Codorniz y pareciera que sigue imperando la Ley de Prensa que impulsó Manuel Fraga Iribarne como ministro de Información y Turismo. Por cierto, que me gustaría saber qué opinan al respecto de dicha norma los audaces y libérrimos neocoms del Partido Popular.
Lo peor de la controversia sobre la portada que El Jueves dedicó alevosamente a los Príncipes de Asturias es que me ha hecho coincidir con el liberal conservador Eduardo Zaplana, cuando recientemente consideró un error el secuestro de la revista.
Con independencia de la opinión que nos merezca el susodicho chiste -cuya difusión virtual ha tenido muchísima mayor repercusión de la que hubiera tenido si el fiscal general y el juez del Olmo se hubieran dedicado a las barbacoas-, lo que parece claro es que esa viñeta también constituye una opinión y la opinión es libre aunque a veces pueda resultarnos surrealista o chabacana.
No sólo de viñetas de Mahoma vive la democracia: recordemos que en la joven transición el ciutadan por Catalunya Albert Boadella terminó en la trena por caricaturizar lo peor del franquismo en La Torna. Y, pocos años más tarde, en 1986, el dibujante sanroqueño Andrés Vázquez de Sola sufría similar demanda que la que ahora aflige a El Jueves.
En aquella ocasión, se trataba de una acción de la fiscalía para proteger a otra de nuestras instituciones, en aquel caso, la presidencia del Gobierno, que entonces ocupaba Felipe González y quien, a juicio del ministerio público, resultaba zaherido por las caricaturas que el autor de La corrida franquista pergueñó en torno a la incorporación de España a la OTAN. A nuestro paisano, en aquel entonces, este asunto le costó más de un quebradero de cabeza así como su comparecencia ante el banquillo de los acusados.
Podría establecerse más de un paralelismo entre ambos casos. Si El Jueves pone en duda con cierta procacidad el estajanovismo de la monarquía, Vázquez de Sola jugaba con dos imágenes distintas de Felipe González: la que había enarbolado, puño en alto, al grito de «De entrada no», cuando el ucedista Leopoldo Calvo Sotelo nos metió en la Alianza Atlántica en 1981, y la que posteriormente esgrimía bajo el eslogan «Así sí», presentándolo con el trasero en pompa y el signo del dólar -que por cierto es de origen gaditano- entrándole por salva sea la parte. Comprendo que ni uno ni otro caso merezcan un aprobado en urbanidad, pero otra cosa distinta es buscarle las cosquillas judiciales.
Que yo sepa, además, nadie sabe qué opinan los príncipes de Asturias sobre todo este guirigay. Al fin y al cabo, ella es periodista y don Felipe, como seguramente opinará Enrique Montiel, ha defendido con frecuencia la libertad de expresión.
A lo peor, aquí pasa lo que ocurrió con Spitting Image, la pionera versión británica de los muñegotes. Se supo que iban a caricaturizar a la reina madre de Inglaterra y la que se lió fue menuda. Finalmente, el programa abrió su emisión con un texto sobre fondo negro en el que se desmentía que jamás de los jamases se fuera a ridiculizar a una institución preclara como la madre de Isabel II, que en paz descanse. Al final, desde un pliegue situado bajo el letrero, emergía la muñeca de la polémica, que simplemente exclamaba: «¿Qué pena! ¿Con la ilusión que me hacía!».
De repente, hemos vuelto a La Codorniz y pareciera que sigue imperando la Ley de Prensa que impulsó Manuel Fraga Iribarne como ministro de Información y Turismo. Por cierto, que me gustaría saber qué opinan al respecto de dicha norma los audaces y libérrimos neocoms del Partido Popular.
publicado por el diario La Voz (25/Julio/07)
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