jueves, 18 de febrero de 2010

PRENSA

Alienígenas
Alejandro V. García
Dirario de Cádiz (18/II/2010)

No creo que se pueda proclamar con objetividad quién ganó ayer el debate sobre economía, si Zapatero o Rajoy. Después de varias horas ante el televisor el único juicio posible fue el sentimental, el ideológico o incluso el temperamental. Ganan los míos y pierden los tuyos, pero no hay pacto para salvar la economía. Las afinidades electivas, vamos. En realidad hemos perdido todos. Zapatero llega muy tarde con sus rectificaciones y Rajoy sólo espera que desfile el cadáver por delante de su puerta. A las diez de la mañana el espectador que estaba ante el televisor era un terrícola interesado en apariencia por las cuestiones trascendentes de su país, un tipo que había hecho de tripas corazón o que, por imperativo moral, había sucumbido a la tentación de ver a los dirigentes del Gobierno y de la oposición enzarzados en los problemas de su economía.

Pero a medida que transcurrían los minutos, el espectador notaba cómo su economía sólo guardaba un ligero parecido con los intereses en liza en la tribuna. Los argumentos de Rajoy para no involucrarse en el pacto y los de Zapatero para mantener la propuesta adquirían por momentos un profundo aire exótico y forastero. En un momento dado, el espectador tenía la sensación de asistir a una calurosa confrontación sobre asuntos muy remotos que por supuesto no le concernían. Rajoy le pareció firme y férreo en sus críticas, pero de ese tipo de dureza intolerante que impide cualquier avenencia. Y Zapatero, bañado en humildad, anacrónico a pesar de sus gestos de firmeza impostada. Los contendientes cruzaban entre sí sus armas a sabiendas de que nunca con-vencerían al contrario y menos al espectador neutral, quien de terrícola interesado por el futuro de su país se había transformado en un alienígena abandonado en mitad de una juerga extraña.

Bueno, no sólo en una juerga, también arrojado a comprender una jerga extraña. En un momento dado, dijo Rajoy: "Hacerme corresponsable sería irresponsable". A lo que Zapatero respondió: "Cambiar es responsabilidad de todos". El líder de la oposición quiso quedar por encima y remató: "El responsable es usted". ¿De qué lado queda la irresponsabilidad de no lograr un acuerdo mutuo? ¿En el lado del responsable que no quiere ser corresponsable para no caer en la irresponsabilidad? ¿O en el del responsable cuya responsabilidad no da para convencer al corresponsable?

Aunque a la luz del sentido común nadie poner en duda la necesidad de lograr un acuerdo para enderezar la economía, el juego de las irresponsabilidades pesa más que la mera responsabilidad.

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