lunes, 11 de febrero de 2008


Fatatas
Jose Javier Esperanza
(La Voz de Cádiz)

La Sexta, esta vez sí, emitió el sábado noche un partido de fútbol. Era, además, uno de los carteles más esperados de la temporada: Sevilla-Barça. El Sevilla va como un trueno y el Barça no ha dejado de ser uno de los grandes favoritos. Además, ver jugar a estos equipos suele ser muy grato para el aficionado, porque lo hacen muy bien. Para el crítico, era la oportunidad de reencontrarse con el controvertido verbo de Andrés Montes, el hombre del fútbol con fatatas. Hay que decir que Montes ha mejorado bastante o, quizá más exactamente, que ahora se contiene mucho más. La mayor parte del tiempo habla del partido, lo cual no es poca cosa.
Cuando el juego es animado -y la otra noche, en el Sevilla-Barça, lo era-, el propio curso del balón se impone sobre el ego del locutor, lo somete, lo sojuzga, y entonces la voz de Montes acompaña al esférico, por usar un término clásico de esta disciplina. Pero sigue arrastrando el locutor alguno de sus peores vicios, y el mayor es la excesiva acumulación de sinsentidos. Así, un nombre propio dominó con autoridad la retransmisión: Humphrey Bogart. Bogart, en el léxico montesiano, es Xavi, un jugador del Barcelona.
«Humphrey Bogart sacó el córner», por ejemplo. ¿Qué pinta Humphrey Bogart en todo esto? Nada, ciertamente. Montes lo aporta como guiño al espectador: «Soy culto, moderno, progresista y urbano. Fíjate que me gusta Bogart». La cita no se refiere a un Bogart real, sino a un Bogart-icono, a la idea que todos nos hemos hecho de Bogart o, para ser más precisos, al ambiente que la palabra Bogart evoca. La primera vez -hace ya muchos meses- fue sorprendente y hasta ocurrente; la segunda, empezó a ser un fastidio; la tercera y sucesivas fue ya un verdadero tostón, y desde entonces uno ha empezado a odiar a Montes, a Xavi, a Bogart y hasta a Lauren Bacall que pasaba por allí.
Por otro lado, la heteronimia es aquí tan arbitraria como todo lo demás en este locutor: con los mismos títulos podía haber bautizado a Xavi como mosén Jacinto Verdaguer y al sevillista Palop como el sultán Bayaceto, un suponer. Al capricho de la heteronimia, Montes añade el del absurdo, neutralizando con sentencias demenciales las observaciones de sus acompañantes. Por ejemplo, este sábado uno de los locutores técnicos hablaba del juego en bloque. Con la rapidez del rayo, Montes refutó: «El muro de Berlín hace mucho tiempo que cayó; no vamos a hablar ahora de los bloques».
Es perfectamente absurdo: era evidente que el técnico no hablaba de eso ni, sobre todo, había razón alguna para interrumpir su examen. Pero este caballero es así: al final se pierde por una gracieta, aunque sobrepase ampliamente la raya que separa el humor de la tontería. Menos mal que, fue un buen partido.

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