EL TORO DE OSBORNE (Manuel Alcántara)
Un grupo de independentistas especialmente maleducados, para mostrar sus convicciones, derribó el último toro de Osborne de Cataluña, que corneaba los transparentes tréboles del aire en El Bruc. El toro, al que nadie podía acusar de abanto, cayó sin puntilla y ahora los Mossos d'Esquadra buscan a la cuadrilla de vándalos. Al parecer pertenecen a un grupo de jóvenes que se reúnen en sus ratos libres bajo el nombre de Hermandad Catalana La Bandera Negra.
Coincide este pintoresco suceso con las declaraciones de Pérez Rubalcaba asegurando que el Gobierno hará que ondee la bandera de España en la sede de la Academia de la Ertzaintza, en cumplimiento de la sentencia del Tribunal Supremo, pero ambas cosas también coinciden con la invasión de topillos que han penetrado en tierras de Castilla y León. Los roedores ya han devorado cosechas de cereal y atacan las cepas sagradas de la comarca de Rueda.
Quizá no sea incoherente preguntarse si ciertas tácticas independentistas, contemporáneas a la globalización del planeta, no están inspiradas en la estrategia de los topillos. Las vallas publicitarias con el toro de Osborne sólo llevan en los cerros medio siglo, pero la bandera es más antigua. Como entre todos hay mucha gente a la que no le gusta dejar las cosas como están, en algunos sitios han incorporado el toro a la bandera y en otros, para llevarles la contraria, han incorporado la bandera al toro. Sólo ha faltado que José Tomás, en su regreso, se tirara al monte.
No parece fácil entenderse en este pequeño país que es uno de los tres que hicieron a Europa, pero la diversidad es la gran musa del mundo.
«Varia España», que dijo Azorín, pero en algunas variedades está el disgusto. A fuerza de buscar rasgos diferenciales estamos llegando a ser diferentes a nosotros mismos. Y con el calor que hace.
Un grupo de independentistas especialmente maleducados, para mostrar sus convicciones, derribó el último toro de Osborne de Cataluña, que corneaba los transparentes tréboles del aire en El Bruc. El toro, al que nadie podía acusar de abanto, cayó sin puntilla y ahora los Mossos d'Esquadra buscan a la cuadrilla de vándalos. Al parecer pertenecen a un grupo de jóvenes que se reúnen en sus ratos libres bajo el nombre de Hermandad Catalana La Bandera Negra.
Coincide este pintoresco suceso con las declaraciones de Pérez Rubalcaba asegurando que el Gobierno hará que ondee la bandera de España en la sede de la Academia de la Ertzaintza, en cumplimiento de la sentencia del Tribunal Supremo, pero ambas cosas también coinciden con la invasión de topillos que han penetrado en tierras de Castilla y León. Los roedores ya han devorado cosechas de cereal y atacan las cepas sagradas de la comarca de Rueda.
Quizá no sea incoherente preguntarse si ciertas tácticas independentistas, contemporáneas a la globalización del planeta, no están inspiradas en la estrategia de los topillos. Las vallas publicitarias con el toro de Osborne sólo llevan en los cerros medio siglo, pero la bandera es más antigua. Como entre todos hay mucha gente a la que no le gusta dejar las cosas como están, en algunos sitios han incorporado el toro a la bandera y en otros, para llevarles la contraria, han incorporado la bandera al toro. Sólo ha faltado que José Tomás, en su regreso, se tirara al monte.
No parece fácil entenderse en este pequeño país que es uno de los tres que hicieron a Europa, pero la diversidad es la gran musa del mundo.
«Varia España», que dijo Azorín, pero en algunas variedades está el disgusto. A fuerza de buscar rasgos diferenciales estamos llegando a ser diferentes a nosotros mismos. Y con el calor que hace.
publicado en el diario La Voz (8/Agosto/2007)
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