Museo Etnográfico de Alcalá de los Gazules
Gabriel Almagro
Diario de Cádiz
La Asociación Jacaranda Gazul, formada por alumnos de la Escuela de Adultos de Alcalá de los Gazules, ha reunido durante varios años con cariño y esmero un conjunto de enseres, muebles, herramientas y, en general, objetos antigüos de diverso tipo, a través de los cuales podemos imaginar cómo fue la vida cotidiana en la localidad durante buena parte del siglo XX.
La incansable labor de este colectivo alcalaíno quiere propiciar la creación de un museo etnológico en la localidad de La Janda en el que preservar del olvido unos usos y costumbres que han formado parte de la cultura jandeña, y por extensión, de la cultura andaluza y española, durante muchos años. Este centro tendría una función educativa desde el momento en el que permite a sus visitantes comprobar de un sólo vistazo las dificultades y afanes que sus abuelos, bisabuelos y tatarabuelos tuvieron para enfrentarse a problemas cotidianos hoy día olvidados o casi.
Se da la paradoja de que con el paso de los años los distintas generaciones de alcalaínos han ido ganando una mayor calidad de vida gracias a los avances tecnológicos de los que podemos disponer como consecuencia del progreso económico y social que, con carácter general, ha experimentado Andalucía en los últimos cuarenta años. Y, sin embargo, ese progreso que nos ha hecho la vida más fácil, ha provocado también que diéramos una menor importancia a valores como el del esfuerzo personal y el sacrificio necesarios para conseguir un objetivo individual o colectivo, por citar los más evidentes.
Desde el punto de vista colectivo, no podemos olvidar tampoco que el conjunto de costumbres sociales y culturales que definen una época son una expresión diáfana de la organización social vigente durante esos años. En los años a los que estaría dedicado este museo esa organización social era mucho más rígida y clasista, más impermeable a los cambios sociales y, en consonancia con ello, reflejo de las prohibiciones que la moral religiosa impuso en las costumbres, reflejo de la ausencia de libertades políticas y también, reflejo de la desigualdad social que nuestros antepasados soportaron con la estoica paciencia de un santo, o una santa.
Preservar la memoria de esos días sirve para aprender de dónde venimos y también nos ayuda a valorar las condiciones políticas, económicas y sociales en las que vivimos en la actualidad.
Creo, además, que una parte importante de un museo etnográfico debería estar dedicado al lenguaje porque es a través de éste como se expresan los usos y costumbres de cada época, los trabajos y tareas que se hacían entonces, la estructura de las relaciones sociales y la expresión cultural.
Por añadidura, en una localidad como Alcalá de los Gazules es en el lenguaje donde se conserva la mayor parte de la memoria del Parque Natural de Los Alcornocales, al que tan ligada está la localidad, y son palabras que describen unas formas de vida que en muchos casos han desaparecido ya o están en trance de pasar a ser historia.
También me gustaría expresar un recelo y un reconocimiento a un proyecto de éste tipo. Mi recelo es que la conservación de las tradiciones y usos populares, de la etnografía de una comarca o localidad determinadas, no puede convertirse en una puerta abierta al localismo chauvinista; más bien al contrario, debería ser un ejemplo de que no somos ni hemos sido ni más ni menos que nuestros vecinos.
Y mi reconocimiento, por supuesto, es para todas las personas mayores, y en especial para los miembros de la Asociación Jacaranda Gazul, cuya experiencia y voluntad de transmitir a hijos y nietos lo que aprendieron durante su vida son las que hacen posible que iniciativas como ésta puedan salir adelante y convertirse en una aportación más a la comunidad a la que se dedicaron toda su vida con esfuerzo y esperanza en una vida mejor.
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