miércoles, 28 de julio de 2010

PRENSA

Contra la libertad de información
José Aguilar
Diario de Cádiz

Los grandes partidos democráticos, PSOE y PP, demuestran la pequeñez de sus convicciones democráticas al pactar, como han hecho, una reforma de la legislación electoral que obligará a las televisiones privadas a repartir el tiempo dedicado a la información política durante las campañas en función de los escaños que haya obtenido cada formación en las elecciones anteriores.

Alguien ha calificado esta iniciativa de "barbaridad". También lo creo yo. La proporcionalidad que se pretende aplicar es enemiga decidida de la noticia. ¿Por qué ha de ser más noticioso un hecho procedente de un partido mayoritario que otro vinculado a una minoría? ¿Acaso la información pesa más o menos según los votos que cada uno haya logrado cuatro años antes de generarla? ¿Es justo castigar a los partidos pequeños con el silencio de sus iniciativas hasta conducirlos a la irrelevancia?

Que conste que esta práctica es la habitual en las televisiones públicas, para desesperación de sus periodistas, que tienen que dividir el tiempo del informativo destinado a la información electoral en bloques proporcionales al resultado anterior de cada partido político y hacer directamente el ridículo al referirse a las minoritarias, porque en unos segundos no se puede contar nada inteligible. Ahora PSOE y PP han decidido extender la aberración a las televisiones privadas, que serán más privadas que nunca: privadas de la libertad de información, que consiste, entre otras cosas, en la libertad de seleccionar las noticias y asignarles la duración que estimen oportuna.

A la Junta Electoral se le encarga que vigile el cumplimiento de este atropello. Lo que faltaba: la Junta Electoral, que debe velar por el juego limpio en las campañas electorales, queda convertida en redactora jefa de todos los informativos de todas las compañías de televisión privadas. A ello hay que sumar el hecho de que desde hace varias campañas los partidos han extremado el control sobre sus actividades, de modo que prohíben las cámaras de televisión en los mítines y son sus jefes de campaña los que escogen qué imágenes, grabadas por medios propios, se les entregan, ya editadas, a los periodistas. No entienden la información más que como propaganda. Por eso mismo discuten y organizan hasta el más mínimo detalle de los debates entre los líderes, encorsetados a su gusto y no al del público, y han impuesto las conferencias de prensa sin preguntas.

El día menos pensado forzarán a las radios a actuar igual, resucitando el parte oficial cronómetro en mano, y después llegarán a los periódicos. Acabaré forzado a dividir esta columna en cachos, el mayor para el PSOE, otro menor para el PP, uno más corto para IU, y ninguno para el PA, por falta de votos. Ese día me retiro.

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