¿Símbolos religiosos?
Amparo Rubiales
Diario de Cádiz
ESCRIBÍ: "El hiyab es un símbolo identitario de raíz religiosa con connotaciones de discriminación contra las mujeres evidentes"; señalé la complejidad del problema y la necesidad de hacer un debate social reposado, sin electoralismos baratos. No está ocurriendo así; si antes fue el velo, ahora es el burka y el niqab. Es evidente que entre estos y el hiyab hay diferencias abismales, pero el significado es el mismo: la subordinación de la mujer; la prueba irrefutable es que, en ningún caso, el hombre los utiliza.
No son problemas de fácil solución y las posiciones se manifiestan irreconciliables, mezcladas y mal utilizadas; se defiende su uso en nombre de la libertad, pero no se dice que no hay libertad cuando la dignidad no existe y la desigualdad es absoluta. Por eso, aunque sus manifestaciones son muy diferentes, gravísimo el burka, leve el velo, hay que saber que su raíz es la misma.
En España son usos minoritarios y, por tanto, suena a innecesario este lío abolicionista en el que estamos; hay, en algunos, mucho de xenofobia, de rechazo a la inmigración y de no aceptación de otras culturas y, en otros, una asunción acrítica de todo lo que les rodea, sin entender que, en cualquier caso, la única regla es la aceptación, en todas las religiones, de lo que no atente contra la libertad, la dignidad, la seguridad y la igualdad de las personas.
Hay otras dificultades: la de decidir la naturaleza de la norma en la que se regulen estos usos, dependerá de que se consideren o no símbolos religiosos; en este caso, la ley de libertad religiosa sería el instrumento adecuado; si, por el contrario, es tan sólo un problema de seguridad, las normas deben de ser de carácter general, y éstas ya existen. Hay que acertar en la aplicación de la Constitución cuando declara valores superiores de nuestro ordenamiento jurídico la libertad, la justicia y la igualdad, porque no se trata de prohibir, sino de fijar reglas de convivencia comunes en todo el territorio. ¿Por qué es peor la ablación del clítoris, que todo el mundo condena, que el burka? ¿Por qué es más importante la integridad física que la psíquica? ¿Son libres las mujeres en uno y otro caso? ¿O no lo son en ninguno?
Y, por último, debería ampliarse el debate a todos los símbolos religiosos; también a los nuestros, que son muchos los censurables, y a algunas de sus prácticas religiosas. ¿Cuándo nos plantearemos, por ejemplo, que los representantes municipales dejen de asistir a las conmemoraciones religiosas de la Iglesia Católica por muy seculares que sean? Sin prohibiciones, pero sí con coherencia.
El aborto nunca es obligatorio.
ESCRIBÍ: "El hiyab es un símbolo identitario de raíz religiosa con connotaciones de discriminación contra las mujeres evidentes"; señalé la complejidad del problema y la necesidad de hacer un debate social reposado, sin electoralismos baratos. No está ocurriendo así; si antes fue el velo, ahora es el burka y el niqab. Es evidente que entre estos y el hiyab hay diferencias abismales, pero el significado es el mismo: la subordinación de la mujer; la prueba irrefutable es que, en ningún caso, el hombre los utiliza.
No son problemas de fácil solución y las posiciones se manifiestan irreconciliables, mezcladas y mal utilizadas; se defiende su uso en nombre de la libertad, pero no se dice que no hay libertad cuando la dignidad no existe y la desigualdad es absoluta. Por eso, aunque sus manifestaciones son muy diferentes, gravísimo el burka, leve el velo, hay que saber que su raíz es la misma.
En España son usos minoritarios y, por tanto, suena a innecesario este lío abolicionista en el que estamos; hay, en algunos, mucho de xenofobia, de rechazo a la inmigración y de no aceptación de otras culturas y, en otros, una asunción acrítica de todo lo que les rodea, sin entender que, en cualquier caso, la única regla es la aceptación, en todas las religiones, de lo que no atente contra la libertad, la dignidad, la seguridad y la igualdad de las personas.
Hay otras dificultades: la de decidir la naturaleza de la norma en la que se regulen estos usos, dependerá de que se consideren o no símbolos religiosos; en este caso, la ley de libertad religiosa sería el instrumento adecuado; si, por el contrario, es tan sólo un problema de seguridad, las normas deben de ser de carácter general, y éstas ya existen. Hay que acertar en la aplicación de la Constitución cuando declara valores superiores de nuestro ordenamiento jurídico la libertad, la justicia y la igualdad, porque no se trata de prohibir, sino de fijar reglas de convivencia comunes en todo el territorio. ¿Por qué es peor la ablación del clítoris, que todo el mundo condena, que el burka? ¿Por qué es más importante la integridad física que la psíquica? ¿Son libres las mujeres en uno y otro caso? ¿O no lo son en ninguno?
Y, por último, debería ampliarse el debate a todos los símbolos religiosos; también a los nuestros, que son muchos los censurables, y a algunas de sus prácticas religiosas. ¿Cuándo nos plantearemos, por ejemplo, que los representantes municipales dejen de asistir a las conmemoraciones religiosas de la Iglesia Católica por muy seculares que sean? Sin prohibiciones, pero sí con coherencia.
El aborto nunca es obligatorio.
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