jueves, 4 de marzo de 2010

CHILE



Fuerza Chile
Enrique Alcina
Diario de Cádiz
3/III/2010

Temblor en el fin del mundo. Los chilenos conviven a diario con el eufemismo. Manejan con precisión los episodios más luminosos u oscuros de su historia. Recuerdan los terremotos del 60 y del 85 como si fuera ayer o los hubieran vivido. Un país tan maravilloso no merece un cataclismo cada veinticinco años. Pero los chilenos resisten. En casa de la familia Espina, en pleno corazón de Santiago, cuando la lámpara del salón comienza a moverse todos saben que se trata de una señal, cinco puntos richter. Hasta entonces, apenas se inmutan, aparentemente. Están preparados para (casi) todo. Pero el seísmo del 2010, el más grave desde que inventaron el sismógrafo, ha puesto de manifiesto las luces y sombras del rincón andino. Todo de sopetón: histórico cambio de gobierno a las puertas (Piñera tomará posesión el día once), semanas postreras del verano, nuevo curso escolar en ciernes, Bicentenario de la independencia, tan vinculada con Cádiz, por cierto, y un montón de historias personales entreveradas en un luengo y angosto pedazo de tierra al sur del fin del mundo.
El temblor inmovilizó a los Espina; no pudieron levantarse de la cama durante casi dos minutos interminables, mientras los edificios de la zona centro de Santiago, que han permanecido en pie gracias a sus sistemas de construcción antisísmicos, se desplazaban de izquierda a derecha de la imagen como si fuesen de plastilina. Habituados al bamboleo, los Espina, que hace varias décadas se instalaron en Santiago procedentes de la localidad sureña de Laja, se vistieron sin prisas y bajaron a la calle. Los chilenos conocen todos los trucos y entresijos de un terremoto, pero también su poder devastador. El Norte mira al Sur. Los Espina, como tantos otros, han esperado horas, días, siglos, a que apareciera el hermano y otros familiares de la matriarca, Eugenia, que no supo de ellos desde el principio del "temblor" y barruntó lo peor, pues vivían en el epicentro del terremoto, Cauquenes, muy cerca de Concepción. La vecina de los Espina, en cambio, perdió la vida en Peralillo, cuando pasaba unos días de descanso con su madre. Paradójicamente, en Santiago, en un edificio de 21 pisos, habría salvado la vida. En muchos pisos similares, como dato ilustrativo, el seísmo vació el agua de las piscinas.
Horas después de la catástrofe, Juanjo y Florencia, dos primos de la misma familia, jugaban en el jardín de su casa, en la comuna de San Bernardo, a veinte kilómetros de la capital. Construían casas con Lego y luego observaban cómo caían por el propio peso de un terremoto ficticio. ¡Que viene el terremoto! Juego cruel de la naturaleza. La cultura del temblor. Nidia, una de las tías, entre bromas y veras comentaba que los ocho puntos de la escala del miedo dejaron intactos los cuadros de su madre. Los chilenos evalúan los daños por la cantidad y calidad de las cosas que caen al suelo en cada temblor. En este caso, el drama se trasladó a los pueblos costeros y puso en evidencia las desigualdades sociales y económicas que refleja un país en constante progresión, donde los ricos son muy ricos y los pobres de solemnidad. Este terremoto ha resultado también muy cruel en este sentido. En la tele nacional, recaudan fondos y siguen la pista de los desaparecidos, bajo el lema "Fuerza Chile", que ya ha dado la vuelta al mundo. Llama un niñito en busca de sus padres, que son de Dichato. La presentadora del programa, esposa del candidato que obtuvo el tercer lugar en las últimas elecciones, muestra su rostro de pavor y calla. La aldea de pescadores de Dichato desapareció con el maremoto posterior, sólo quedaron escombros. Concepción, la segunda ciudad de Chile, ya tuvo que reinventarse a partir del terremoto de 1750, los chilenos han aprendido a reinventarse a sí mismos.
En el fuero interno del país laten el dolor y cierta indignación que aún no ha explotado, ni siquiera los partidos políticos se han enzarzado en disputas que, sin duda, ya estarían avivándose en España. La presidenta Bachelet y su gobierno casi saliente fueron elogiados al inicio de los acontecimientos, pero ahora las críticas se recrudecen. Lamentan algunos errores trágicos, como el anuncio oficial de que no iban a producirse maremotos. Los hubo. Los chilenos saben que cuando la mar se encoge, maremoto asegurado. La gente de la costa fue más previsora y "arrancó" a los cerros. Otros no tuvieron la misma suerte. El panorama actual se antoja desolador, las televisiones no ocultan lo sucedido, las comunicaciones vuelven a funcionar a duras penas. Internet ha ejercido su papel en este terremoto digamos que del primer mundo, nada que ver con Haití. La caída masiva de torretas de electricidad y de telefonía móvil dejó a oscuras a todo el país en un instante, y con el paso del tiempo se reveló que la comunicación más fiable llegaba por internet. Chilenos que residen en medio mundo pudieron informarse de los hechos, en directo, merced a la iniciativa de webs como la española de El País, pues las páginas de su país quedaron bloqueadas.
El arquitecto Marcelo Huenchuñir, que viajaba en bus a Temuco para visitar a sus familiares, aprovechando las vacaciones, se vio atrapado por el terremoto en la Séptima Región, cerca del epicentro, en Parral. Imposible contactar con nadie. Más de veinte horas de angustia, cambios de autocar y escenas de destrucción y dolor vivió Marcelo, como en una película de guerras, señaló después. Su hermana Fabiola, que vive en Canadá, se comunicó a la postre con Gabi, la esposa de Marcelo, que llevaba horas desesperada. Gracias a internet, remitió luego un mensaje de texto a Marcelo y ejerció de intermediaria en la comunicación.
Marcos Barrales, agente de turismo, se hallaba trabajando en la Patagonia argentina. Para conocer el estado de su mujer e hijo, Liliana y Martín, tuvo que contactar con una amiga chilena que vive en España, a través de skype y facebook, quien a su vez pidió a su familia de Santiago que intercediera por ambos. Ayudas de ida y vuelta. Fuerza Chile.

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