Uribe, premio Cien Mil Hijos de San Luis
Juan José Téllez
La Voz de Cádiz (14/I/09)
Mirando al mar de América soñé que hay una España que ora pensando en la Venezuela de Hugo Chávez y otra que bosteza con el México de Felipe Calderón. Organizaciones pro Derechos Humanos ya han puesto el grito de alerta ante la concesión del premio Libertad Cortes de Cádiz, en su primera edición, al presidente de Colombia, Álvaro Uribe. Y es que si bien es cierto que el hombre se está emperrando en una contundente lucha contra el terrorismo, no es la Madre Teresa: «Poblaciones indígenas diezmadas por el conflicto; familias de afrodescendientes expulsadas de sus hogares; mujeres violadas; menores destrozados por las minas antipersonas; sindicalistas perseguidos», describe el Grupo Bahía de Cádiz de Amnistía Internacional que, con más moral que el Guerra, pretende que la alcaldía se desdiga por el simple hecho de presentar un escrito ante el Registro General del Ayuntamiento de Cádiz: «Lo que se da no se quita», dirá Teófila Martínez al frente de un jurado prestigioso pero cuya orientación ideológica no era suficientemente plural para un galardón que se supone que tendría que unificar voluntades en vez de dispersarlas.
Y es que sin llegar a la plusmarca de Israel, la Colombia de Uribe lleva años pasándose por el forro las recomendaciones de Naciones Unidas en esa guerra civil encubierta donde la libertad tendría que simpatizar abierta y unívocamente con todas las víctimas y no con cualquiera de sus verdugos. Seguimos contemplando América con una patética dosis de paternalismo partidista. Y digo yo que existen numerosos protagonistas de la actualidad americana a quienes podríamos haberle concedido esa primera edición de un galardón que rinde tributo a La Pepa. Nadie hubiera puesto un pero, sin salir de la antigua Nueva Granada, si el palmarés del premio lo hubiera inaugurado Ingrid Betancourt, la palabra de nuestro Álvaro Mutis o la música de Shakira y de Juanes, que quizá estén más cerca del espíritu de nuestros constitucionalistas que el Gobierno colombiano, acusado desde diversas instancias por diversos casos de corrupción que afectan a más de una treintena de legisladores de su partido y por garantizar la inmunidad a los guerrilleros que vuelvan a casa trayendo consigo algunos de los secuestrados: si esa misma medida la asumiesen los izquierdistas, estarían siendo pregonados por los partidarios de no negociar nunca con el terror.
Lo único que espero es que las instituciones gobernadas por el PSOE y que también tienen que ver con el bicentenario del 12 se comporten de modo tan sectario. El día menos pensado, los socialistas lo mismo premian a cualquier patán de la izquierda americana, alguno de esos de los que tampoco sale demasiado bien parado de los informes humanitarios, aunque su elección sea tan democrática como la de Uribe. Cádiz, esquizofrénico, iba a empetarse de sospechosos habituales.
La América de Ernesto Cardenal, que sigue combatiendo el nepotismo de Daniel Ortega como en su día ambos lucharon contra la tiranía de Somoza. La América indígena de Rigoberto Menchú, olvidada por aquellas cortes criollas y hoy condenada al ostracismo parlamentario en su país. Hay muchas américas en las que habernos fijado antes de gastar nuestro primer cartucho conmemorativo en alguien que no suma sino que resta voluntades. ¿Qué cara se nos pondrá a los gaditanos si dentro de unos años se demuestran plenamente, si así fuera, los excesos de los que se culpa a Uribe? De hecho, la presencia de especialistas de Estados Unidos en territorio colombiano le haría en todo caso acreedor al premio Cien Mil Hijos de San Luis.
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