Aviso para navegantes
Pedro Romero
La Voz
Desde los tartesios hasta nuestros días se hunde en nuestras costas tragadas por el océano todo tipo de naves que con el paso del tiempo quedan en el olvido. Luchar contra los elementos es imposible pero contra los elementos inventados por el hombre sí es posible. La barca del Carnaval hace aguas por su quilla maestra y el peligro de zozobrar acecha inflexible a una tradición genuinamente gaditana que tenemos que defender con uñas y dientes. Empezando por la presentación del cartel hasta el domingo de piñata, hay que hacer profundos reajustes sin mucha cientifícolandia, pero con mucho conocimiento de causa y vámonos que nos vamos. ¿Caiga quien caiga! El mundo del Carnaval no puede rendirse de ninguna de las maneras a las corrientes foráneas ni fusiones desordenadas en detrimento de lo autóctono que es nuestra riqueza patrimonial heredada. No podemos permitir bajo el concepto utópico de modernidad más atropello con lo nuestro. Lo de fuera es de fuera. Lo de Cádiz es otra cosa. Sus letras, tangos, músicas, ritmos, compases, forma de cantar e interpretar, humor innato, su alma, sus sentimientos, su arte y su filosofía ancestral son los elementos básicos que nos distingue del resto. Y para nada nos beneficia utilizar otros elementos extraños ya que nuestra gastronomía carnavalesca tiene los suficientes ingredientes de primera calidad como para presumir de ella sin necesidad de probar otros platos no hechos para nuestro paladar y gustos. Hay que cambiar las cosas. Cambiar para volver a la línea maestra. A la base genuina. Al manantial. ¿A lo de aquí! A lo largo de la historia, el Carnaval ha sufrido mutaciones que siempre lo han beneficiado. Por intereses indeseables se ha ido minimizando hasta el límite la cultura popular a niveles que, de seguir por estos derroteros, la barca sin timón y a la deriva, perdida su identidad, navegará rumbo a ninguna parte.
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