miércoles, 8 de julio de 2009

PRENSA

San Juan de Dios y la máquina de hacer dinero
Juan José Téllez
(La Voz 8/VII/09)

A la cuarta pregunta, boquerones perdidos, más tiesos que la mojama. Así están los municipios, por mucho plan E, F, G o H que se le ocurran a los gobiernos estatales o autonómicos. Y a punto de quitarle el servicio de recaudación a la Diputación Provincial y entregárselo al hombre del frac o a cualquier partida de bandoleros que se constituya en UTE.
Todos los ayuntamientos, menos el de Cádiz capital, que anda pregonando a los cuatro vientos en lo que se gasta los cuartos. Y bien gastados. Ahí está San Juan de Dios, construyendo él solito polideportivos y centros de día, aparcamientos subterráneos de empresas privadas, segundos puentes y restauraciones de barrios enteros como si la Corporación bajo mazas hubiera copiado lo mejor de los asustaviejas. Lo único que echo en falta es que no haya financiado los funerales de Michael Jackson, la central nuclear de Garoña y la rápida expansión de la gripe A por Argentina, a fin de eliminar del tirón a un país competidor de Cádiz en el tráfico de cruceros. ¿Dónde esconde la alcaldesa la máquina de hacer dinero? Supongo que la tendrá guardada en la Cueva de María Moco, porque de otra forma no se entiende: en Villamartín no salen las cuentas, Arcos lidera la clasificación de funcionarios municipales per cápita, Jerez sigue a la cabeza en la clasificación general de sueldos de alcaldía, en Algeciras se juegan los votos por subir el catastro, en Puerto Real el alcalde ha tenido que abrir una cuestación popular para pagar la multa por llamarle corrupto al rey, en Los Barrios la nueva alcaldesa Gely Ariza tendrá que empeñar hasta la bandera saharaui para poder saldar las cuentas pendientes del consistorio y en San Roque han tenido que podar los históricos cursos de verano porque no había con qué pagar la mayoría de los seminarios habituales. Pero en Cádiz, no hay crisis, ni hace falta que venga la Junta ni ningún ministerio a pagarnos nada. El Ayuntamiento se las avía él solito, como cuando Antonio Zoido estuvo preso en el Castillo de San Sebastián por haber montado el Sindicato de Soldados cuando la dictadura franquista daba los coletazos. Él refería, tiempo después, que durante su estancia en la prisión militar se las apañaron para construir una vietnamita en la que imprimían el boletín provincial de Comisiones Obreras y luego lo sacaban de extranjis, sin que los guardianes se coscaran. Uno de ellos, sin embargo, se percató de la maniobra y Zoido se acojonó. Hasta que al regresar al chabolo después de pasear por el patio, le susurró al oído: «No te creas que no me doy cuenta de lo que estáis haciendo. Pero quiero que sepas que la mitad de los billetes falsos que imprimáis, son para mí». Puestos a ejercer el deporte olímpico de la demagogia, en el que casi todos los españoles somos plusmarquistas, Teófila Martínez podía imprimir unos cuantos bin laden -así llaman a los billetes de 500 euros porque nadie parece haberlos visto-para darle curro a los parados de la plataforma, para traerse a los gaditanos de Castellón y para pagar el ADSL con el que dar las gracias a todas las otras instituciones del Estado que colaboran con Cádiz para que no se muere de hambre o de aburrimiento. Y, mientras tanto, el pueblo soberano, como en aquella célebre canción sobre El Jaro que compusieron José Ramón Ripoll y Joaquín Sabina sigue a verlas venir, consumiendo lo que le echen, ya sean barbacoas del Carranza o ruedas de molino. Y, sobre todo, sin preguntarse de donde habrá salido ese parné.

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